Pensé en mi fascinante vida, en la suerte que había tenido por alcanzar mis metas y cumplir mis sueños. Me vi allí, con el vestido de gala púrpura y la pedrería en el escote, objetivo de todas las miradas, agradeciendo el premio, reconocimiento a toda mi carrera… había llegado mi momento… feliz…
Y la voz que anunciaba mi parada me despertó de mi sueño. Las siete y cuarentaicinco, hora de empezar a trabajar.
Qué maravilloso mundo el de aquel tren, que cada día me deja soñar con mi futuro durante exactamente treinta y ocho minutos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario