miércoles, 28 de marzo de 2012

Una pequeña carta

Querida Marisa:

En respuesta al e-mail que me envías a través de tu abogado, contesto a continuación a tu petición del reparto de nuestras cosas. Quédatelo todo, no quiero nada. Bueno si, si no te importa me gustaría quedarme algunas cosas que paso a detallarte:

Puedes quedarte el coche, la moto y las dos bicicletas de competición. La colección de libros que hicimos juntos, la televisión de plasma, el equipo de música y el sofá.

A cambio, me gustaría quedarme con el recuerdo de tu risa mientras cocinabas, el olor de tu pelo cuando caías dormida a mi lado. Me quedo con los nervios que sentí la primera vez que dormimos juntos, con nuestras miradas cuando escuchábamos cantar a tu padre, con el vello de punta cada vez que hacíamos el amor. Con las risas con los amigos, con nuestros juegos cómplices los domingos, con la felicidad de simplemente estar juntos. Todo lo demás, si lo quieres, es tuyo.

Atentamente, Alfredo.

martes, 27 de marzo de 2012

A LA OSCURIDAD


Gracias. Por no desvelar que anoche lloré sin motivo. Porque me viste hundirme entre mis pensamientos tantas y tantas veces. Gracias porque estuviste presente en mis caricias prohibidas, por ayudarme a querer sin complejos. Porque fuiste la mayor cómplice de la primera cita. Porque estuviste conmigo en tantas lágrimas... Me sigues acompañando a pesar de que los años no pasan en balde. Gracias porque sigues a mi lado cada día a pesar de que a veces, no me siento tan guapa. Me vigilas, me acompañas, me duermes, me embriagas, me seduces, me invitas cada noche a estar contigo. Gracias por ser mi amante más fiel. Gracias por estar en todos esos momentos, pero sobre todo gracias por existir, pues sin ti, ninguno de mis sueños habría sido posible.

viernes, 23 de marzo de 2012

En memoria de mi Hermano Quique, que me acompaña cada día

Tú que naciste distinto
Tú que viniste a la vida
Sin saber, sin ese instinto
Sin ver y sin más conflicto
Que una risa comedida
Tú sin poder expresarte
Y ni imaginar siquiera
Tú que siempre aguantaste
Que siempre fuiste adelante
Y tu vida, lección fuera
Tú que le diste sentido
A este mundo tan distante
Que no escucha más que ruido
Que no tiene más testigo
Que la voz de un caminante
Tú mi querido hermano
Que ya no vives conmigo
Cógeme aún de la mano
Para saber que estás sano
Y sentirte como vivo

jueves, 22 de marzo de 2012

El Taxista

Me subí en aquel taxi con las lágrimas brotando de mis ojos sin poder hacer nada por contenerlas. Sin poder retener la tristeza un instante que me permitiera decirle al taxista que ni siquiera sabía cual era mi destino. No dijo nada, no puso el taxímetro en marcha, simplemente metió primera y salió despacio, por la Gran Vía madrileña, como si nada más importara que pasear en aquel taxi con aquel hombre. Mis ojos vidriosos no podían distinguir los rasgos que se me antojaban tan varoniles en aquel rostro desconocido. Me sumí en una profunda calma en aquel asiento trasero que parecía transportarme a un sosiego inesperado. No sabía a dónde iba pero daba igual.
Me imaginé que aquel hombre no era un desconocido, si no Javier. Volví a mi mundo de fantasía que tantas veces me acompaña cuando estoy perdida, soñando que no era más que Javier… Y cuando estaba ensimismada en mis ensoñaciones, paró el coche y dijo: “Ya hemos llegado señorita”.
Desde entonces, cada día, espero sin lágrimas en los ojos a que aquel taxista de rasgos varoniles, me rescate y me permita esta vez, preguntarle su nombre.

miércoles, 21 de marzo de 2012

1º Premio del 8ºConcurso de Cartas de Amor - Aller (Asturias)

Querido:

Quizá esto te resulte ya en vano, quizá no quieras ni leer estas líneas, quizá ya has dejado de quererme… No pretendo mandarte estos papeles manchados de excusas débiles y confusas, ni tampoco pretendo hacer que me perdones, sencillamente, después de este tiempo, quiero explicártelo.

Sé que piensas que nunca estuve desatendida por tu parte, y en cierta manera, no lo estuve, no era desatención, pero estaba tan falta de detalles, de mimos, de sorpresas… de sensaciones. La pasión que brotó en nuestros primeros años, y la magia que se había formado con el tiempo alrededor del hogar, ahora, sinceramente, se estaban desvaneciendo tan poco a poco, tan sutilmente, que ni siquiera te diste cuenta de que nuestra historia se había convertido en un sumidero de pasiones.

Y durante mucho tiempo, me sentí tu sombra, me sentí el segundo plano de tu vida, e incluso, de la mía. Era como sobrellevar una vida que pasaba ante mí gélida, lenta y desesperadamente vacía. Pero tú tenías tantas y tantas cosas a las que dedicarles tu tiempo, que conseguiste no verme, no preguntarme, no darte cuenta, de que yo me envolvía cada día en la manta de soledad que tú me regalaste.

Y difícilmente y tras haber perdido toda esperanza de volver a confiar en ese sentimiento, volví a enamorarme. No había sentido nunca el deseo de volver a compartir los momentos más íntimos de mi existencia con otra persona, no quería volver a sufrir por otra historia con un mismo final, no sentía necesidad de ningún tipo por ocultarme bajo la comprensión y el deseo de un hombre, pero a pesar de ello tuve que hacerlo, tuve que enamorarme. Tuve que hacerlo sin remedio y sin reservas, tuve que entregarme a él en cuerpo y alma, porque había conseguido hacerme sentir lo que ni siquiera tú habías logrado, porque él había conseguido hacerme disfrutar como ningún hombre lo había hecho hasta entonces, porque recuperé la confianza en mí misma que daba por perdida desde años atrás, porque con él podía ser lo que quisiera, porque él no sólo me comprendía sino que traducía mis palabras sin dudarlas ni un segundo, porque él no hacía otra cosa que corresponder a mis deseos, porque me sentía tan libre a su lado…

No pretendo que lo entiendas, ni que intentes hacerlo siquiera, ni tu perdón, ni pretendía excusarme, pero si alguna vez me quisiste como creo, si alguna vez me has querido tanto que te dolía, entonces sabrás como me siento y me sacarás de aquí. No puedo soportar ni un segundo más este olor, ni soy capaz de sostener la mirada porque aquí me la han apagado, no puedo sonreír porque parece que han borrado mi sonrisa y aunque me esfuerce no lo consigo, me llaman loca, creen que lo estoy. Si tan solo pudiera verle una vez más, si pudiera estrecharlo entre mis brazos de nuevo y pudiera sentirle otra vez como antes…por favor querido, necesito verle… y aquí en este hospital nadie lo entiende, parece que aquí nadie nunca se ha enamorado, porque sino lo entenderían, lo entenderías. Necesito otro momento con él, sólo un último momento a solas con mi violín.

Mis pequeños escritos

Trazos y retazos, bocetos en palabras que desgranan historias o desahogan el alma. Sin más, aquí estamos.