miércoles, 13 de noviembre de 2013

Mariposas en el estómago

... Y en la soledad de su propia compañía, se dio cuenta de que le echaba de menos. Echaba de menos sus risas, sus caricias, su olor siempre tan reconfortante, su calor al otro lado de la cama... Le extrañaba tanto que le empezó a doler el estómago, le dolía de amor. Casi insoportable ese dolor en el estómago, empezó a toser y toser... tosió casi sin descanso durante varios minutos. Hasta que finalmente se le escaparon entre tos y tos varias mariposas que se fueron volando por la casa...

Y el estómago nunca jamás volvió a dolerle de esa manera, nunca volvieron a revolotear sus mariposas en el estómago.

martes, 10 de septiembre de 2013

Impotencia

Quería decir, gritar, quejarse, llorar, explotar, desagarrarse, pegar... y no pudo

lunes, 2 de septiembre de 2013

martes, 18 de junio de 2013

Como a él le gustan

Pelaba las patatas para la tortilla, bien delgadas, como a él le gustan. La cebolla en pequeñas tiras, muy finitas, para que luego crujan, como a él le gustan... Y mientras, solo pensaba en esa bruja, revolcándose, insinuándose, lamiéndose...
Se acercó para decirme lo bien que empezaba a oler esa cena, pero mientras hundía mi cuchillo en su pecho, solo pensaba en seguir cortando después las patatas bien finitas... como al él le gustan.

La bolsa de pipas


Por fin una cita.
Ella nerviosa, él sudando.
Se sientan en sus asientos y se miran.
Ella le ofreció unas pipas de su pequeña  bolsa.
Él, encantado, a pesar de su gran alergia a la sal, decide coger unas cuantas aprovechando para rozar sus manos.
Ella sonríe y él se sonroja.
Él se lleva una pipa a la boca fruto de los nervios.
Empieza la peli.
Ella le coge la mano y disfruta tan solo de su tacto.
Él descansa feliz, tras tantos nervios.
Ella le mira.
Él no respira.

Maldita bolsa de pipas. 

lunes, 4 de marzo de 2013

LOS CUARENTA



Apretaba bien los ojos y los puños para hacer más presión al destino y que esta vez el deseo se cumpliera. Apretaba tan fuerte que empezaba a ver estrellitas de colores debajo de mis parpados. Sabía que no podía volver a pedir abrazar a mi hermano, ni escuchar cantar de nuevo a mi abuelo. Sabía que no podía desear volver a escuchar las poesías de mi abuela o saborear los guisos de Meme.....

Y pedí ser féliz.

Cuán grande fue mi sorpresa al abrir los ojos, soplar las velas que formaban ese cuarenta y descubrir que allí mismo, rodeada de aquella gente y escuchando aquel desafinado “cumpleaños feliz”, ya era tan feliz, que ni me había dado cuenta de que lo que deseaba, lo tenía tan cerca...