Apretaba bien los ojos y los puños para hacer más presión al
destino y que esta vez el deseo se cumpliera. Apretaba tan fuerte que empezaba
a ver estrellitas de colores debajo de mis parpados. Sabía que no podía volver
a pedir abrazar a mi hermano, ni escuchar cantar de nuevo a mi abuelo. Sabía
que no podía desear volver a escuchar las poesías de mi abuela o saborear los
guisos de Meme.....
Y pedí ser féliz.
Cuán grande fue mi sorpresa al abrir los ojos, soplar las velas que
formaban ese cuarenta y descubrir que allí mismo, rodeada de aquella gente y
escuchando aquel desafinado “cumpleaños feliz”, ya era tan feliz, que ni me
había dado cuenta de que lo que deseaba, lo tenía tan cerca...